La república durante los periodos floreano y marcista
LA REPÚBLICA DURANTE LOS PERÍODOS FLOREANO Y MARCISTA
Mas temo la paz que la guerra” había expresado Bolívar a uno de sus colaboradores, intuyendo lo que vendría una vez concluidas las guerras de la independencia con esa soldadesca armada, libre del compromiso bélico que por tantos años la había tenido ocupada.
Soldados incultos y tremendamente ambiciosos, en su gran mayoría; militares siempre proclives al abuso, a la rapiña, al escándalo entre esa pacífica población civil que tan gentilmente los había recibido y aceptado en su seno, como los portadores de una libertad por tantos siglos añorada en un régimen de dependencia social, política y económica como había sido el colonial.
Terminada la campaña independentista y establecida Colombia, empezaron a germinar las discordias, los atentados, los complots armados contra el gobierno constituido, presidido por El Libertador.
“He arado en el mar”, se dice, expresó el gran hombre cuando vivía ya su ocaso político, viendo cómo la gran nación por él soñada se deshacía, entre intrigas y pasiones desbocadas.
Venezuela, su patria, con la conducción de un brillante llanero, guerrillero de la independencia, pero ciego e incontenible en sus afanes de poder y mando, José Antonio Páez, se separaba de la unión grancolombiana, decretando la proscripción definitiva de su suelo para él, el más grande de sus hijos.
Y el Distrito del Sur seguía el ejemplo liderado por otro venezolano valiente, eso sí, en los campos de batalla y sobre todo en Tarqui, donde ganó sus galones de general Juan José Flores.
El Gran Mariscal de Ayacucho
El Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, el general más brillante del Libertador, desaparecía vilmente asesinado en un recodo del camino, en la selva colombiana de Berruecos, cuando después de presidir el Congreso Admirable, volvía a Quito y al Ecuador, su segunda patria, al calor de un hogar respetable que aquí había formado. Bolívar, finalmente, moría en Santa Marta, en las playas del Caribe colombiano, cuando perseguido por los enconos y los odios intentaba desterrarse de América con rumbo a Europa, haciendo votos porque la unión gran colombiana se mantenga: “Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”, fueron sus últimas expresiones testamentarias.
En este ámbito de atrocidad y pasiones, emerge nuestro Estado, soberano e independiente, para ser protagonista de una historia republicana, brillante por momentos, trágica, en otros.
En esta unidad revisaremos los dos primeros de sus múltiples períodos: el floreano y el marcista. Floreamismo que tuvo en ese general venezolano, Juan José Flores -que como gobernante, directa o indirectamente, dirigió los destinos de la patria por quince años, con el apoyo del elemento armado extranjero, llegado al país durante las guerras de la independencia- a su protagonista, con un desempeño que llegó a su término cuando una sangrienta revuelta civilista, la llamada Revolución de Marzo, le apartó del poder; marcismo que, iniciándose como una etapa civilista terminó también, como el gobierno de Flores, convertido en prepotencia de los grupos militares, pero esta vez, nacionales.