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La primera fase del conflicto

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LA PRIMERA FASE DEL CONFLICTO
Tras la defenestración de Praga, los sublevados contaron con el apoyo de la población para hacerse con el control de la ciudad. A partir de entonces iniciaron unas primeras rondas de negociaciones con el emperador Matías de Habsburgo, básicamente con el objetivo de proteger sus privilegios nobiliarios y su libertad de credo. Pero la esperanza de hallar una solución al conflicto a través de la vía diplomática se vio frustrada cuando Fernando II fue coronado como emperador en 1619, a la muerte de Matías de Habsburgo. Como el conflicto armado era inevitable, los representantes de Bohemia buscaron rápidamente aliados entre todos los enemigos de los Habsburgo (principalmente en Holanda y Venecia), pero solo hallaron apoyo en el elector del Palatinado Federico, el príncipe calvinista que también dirigía la Unión Evangélica, que fue coronado en Praga.
Fernando II, por su parte, consiguió rápidamente la ayuda de la Liga Católica y el envío de tropas por parte de Felipe III, rey de España y Portugal. Tras varios enfrentamientos, Fernando II consiguió derrotar definitivamente a Federico en la batalla de la Montaña Blanca, en 1620. La victoria de los católicos supuso la disolución de la Liga Evangélica, el reparto de las tierras del Palatinado renano entre los nobles católicos y el exilio de Federico al extranjero, por no hablar de la transformación política, religiosa e incluso racial (siempre había
habido tensión entre las poblaciones germanas y las de origen eslavo) que sufrió Bohemia y Moravia.
Pero la guerra aún estaba lejos de terminar, puesto que los conflictos religiosos y las ganancias territoriales empezaron a incomodar a otros países. La agresividad de los Habsburgo estaba a punto de extender todo su dominio sobre Alemania, a la vez que la católica España, bajo el reinado de Felipe IV y el conde-duque de Olivares, estiraba sus tentáculos hacia el Báltico, donde amenazaba el predominio del comercio holandés.
El emperador Matías de Habsburgo en un retrato del pintor alemán Hans von Aachen de principios del siglo XVII.
Confiado en el apoyo que podía recibir de otras potencias temerosas del poder de los Habsburgo, como Francia, Inglaterra u Holanda, el rey danés Cristián IV (que temía también que la soberanía de su nación protestante corriera peligro) se prestó a ayudar a los protestantes alemanes. Su ejército penetró en territorio enemigo en 1625, pero su ofensiva fue pronto detenida por las tropas de Albrecht von Wallenstein (un noble de origen checo que reclutó, gracias a su fortuna personal, un ejército de mercenarios a sus órdenes). Las continuas victorias de los ejércitos alemanes forzaron la capitulación del rey Cristián IV en 1629, que carente del apoyo de sus alianzas (Francia y Holanda rechazaron participar en la contienda) se comprometió a dejar de apoyar a los protestantes a cambio de seguir manteniendo el control sobre Dinamarca (Tratado de Lübeck). *»


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