La guerra de los 30 años, las bases del sistema cartesiano.

La guerra de los Treinta Años.

Más allá de sus importantes aportaciones tanto en el campo de las matemáticas como en el de la física, Descartes es considerado el padre de la filosofía moderna (y también de la geometría analítica), cuya esencia se resume en su rechazo de las verdades prestablecidas y no comprobadas, como muchas de las que defendía la Escolástica, y su lucha contra los prejuicios.

René Descartes expuso con gran simplicidad en el Discurso del método (1637), aunque también antes en Reglas para la dirección de la mente (1628), las bases del sistema cartesiano, un sistema para entender y enfrentarse a la realidad, para que el hombre pudiera alcanzar certezas absolutas de lo que le rodea a través de la razón y el pensamiento. Y es que también la experiencia podía ser engañosa, si no estaba apoyada en una explicación racional, matemática.

Con el concepto Cogito ergo sum, “pienso luego existo”, consiguió colocar la razón en el centro del conocimiento, principio básico del racionalismo occidental. De hecho, la característica principal del Movimiento Ilustrado fue la confianza incondicional en la razón humana, considerada capaz por sí misma de explicar cualquier aspecto de la realidad.

El método cartesiano y las diferentes ideas defendidas por Descartes se convirtieron sin duda en un punto de referencia para los principales filósofos que le sucedieron, como Newton, Pascal, Spinoza, Locke, Hume o Kant, ya fuese como punto de partida para desarrollar sus propias ideas o para criticarlas.

René Descartes, el padre de la filosofía moderna, en un grabado inglés de 1833.

Pese a ser una de las figuras más destacadas de su época, su mala situación económica le llevó a aceptar en septiembre de 1649 el puesto en la corte que le había ofrecido la reina Cristina de Suecia. Fue el principio del fin. La vida en la corte y su relación con la reina no fueron nada fáciles.

Descartes no se sentía cómodo, y las clases que la reina Cristina le obligó a impartirle a las cinco de la mañana en uno de los inviernos más fríos le provocaron un resfriado que muy pronto derivó en pulmonía. Halló la muerte el 11 de febrero de 1650.

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