Historia

El emperador que era un reflejo del cielo

EL EMPERADOR, NEXO ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA

EL desarrollo de formas de gobierno cada vez más complejas ayudó a forjar una nueva mentalidad política. En el caso de las dinastías Xia y Shang la figura del emperador (y lo que este representaba) fue clave para crear una ideología que lograra el control político de la población.
El emperador, que gobernaba de manera todopoderosa, se convirtió en un punto de contacto entre la tierra y el cielo, en un nexo entre lo humano y lo divino. En la tierra su figura representaba tanto al reino Chino, que incluía su capital Anynag y al resto de ciudades bajo su dominio a lo largo de toda la cuenca del río Huang-Ho como a la sociedad al completo, ya se tratase de nobles, plebeyos o esclavos.
Por otra parte, el emperador era un reflejo del cielo, de lo divino.
Así, mientras la dinastía Xia basó su poder en la herencia dinástica de Yu el Grande, la dinastía Shang legitimó su poder con el relato de que los antepasados de su primer rey (Tang) habían sido líderes tribales que acompañaron a Yu el Grande en la tarea civilizadora.
Como nexo entre el cielo y la tierra, el emperador tenía dos dimensiones y convivía con las dos. Era el responsable de que ambas se pusieran en contacto tanto para armonizarlas como para provocar el caos. Solo él, a través de los poderes conferidos por los primeros soberanos o por la maquinaria del Estado creada en la tierra, podía mantener el To, es decir, mantener el cosmos en equilibrio. Como el emperador era de linaje divino podía comprender lo que los dioses le pedían.
Bajo los parámetros de esta concepción, el emperador debía ser capaz de sortear todos los obstáculos, tener las respuestas y contar con los mecanismos para afrontar cualquier reto. Siguiendo esta lógica, las épocas de carestía, de hambruna y de guerras se convirtieron en símbolos inequívocos de que el Estado no estaba haciendo bien las cosas y de que se había perdido el equilibrio entre las divinidades y los seres humanos.
Por tanto, si las cosas iban mal se interpretaba como la manifestación de la cólera divina contra el emperador, al que los dioses ya no consideraban su hijo. Ante esta situación era legítimo apartarlo del poder por cualquier medio. Argumentando estas razones, los Shang expulsaron a los Xia del poder, y posteriormente los Zhou (o Chou) harían lo propio con los Shang.
Cementerio real de la dinastía Shang en Henán, China.
A finales de la dinastía Shang (en 1046 a. C.) estallaron múltiples revueltas, que fueron interpretadas como un acontecimiento funesto: el cielo estaba enojado. En ese contexto los señores de la tribu Zhou atacaron y vencieron a los Shang, con lo que se inició una nueva dinastía, aunque se mantuvo la misma ideología política.

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