Los treinta años del conflicto religioso
Los treinta años del conflicto religioso
Estatua en la entrada oeste del castillo de Praga. En el recinto, concretamente en el antiguo Palacio Real, tuvo lugar la segunda defenestración.
El conflicto religioso que originó la Reforma protestante en el seno del Sacro Imperio Romano Germánico se solucionó temporalmente con la Paz de Augsburgo, en 1555.
La firma del tratado permitió a los príncipes protestantes elegir su religión e imponerla a sus súbditos, pero no consiguió acabar con la inestabilidad religiosa y política en el Imperio. Particularmente problemáticos se presentaban los casos de Hungría y Bohemia, donde una parte de la nobleza había decidido adherirse al protestantismo.
Al principio los sucesores de Carlos V, Fernando I (1558-1 564) y luego Maximiliano II (1564-1576), prefirieron no imponer por la fuerza la vuelta al catolicismo, pero tampoco aplicaron ninguna política para apaciguar los ánimos entre católicos y protestantes. Más adelante, Rodolfo II (1576-1612) intentó sin éxito pacificar la situación con tímidas concesiones a los protestantes.
La tensa calma continuó hasta la llegada de Matías de Habsburgo (1612-1619), quien decidió imponer el catolicismo en los territorios rebeldes.
La debilidad de los sucesores de Carlos V había supuesto cierta pérdida de la autoridad imperial, que debía funcionar como aglutinante y nexo común. Prueba de ello fue la formación de una liga armada en cada bando. En 1608 los príncipes protestantes, bajo el liderazgo de Federico IV del Palatinado, crearon la Unión Evangélica; y el año siguiente los católicos hicieron lo propio y fundaron la Santa Liga, bajo el mando de Maximiliano I de Baviera.
La tensión entre las dos facciones religiosas en el seno del imperio era más que evidente, una situación que no mejoró cuando en 1617 el futuro emperador Fernando II (1619- 1637), profundamente católico, fue elegido rey de Bohemia, de mayoría protestante.
El enojo general fue en aumento a medida que el nuevo regente iba aplicando medidas en contra de la libertad de culto en general y de los protestantes en particular. En efecto, Fernando II no ocultaba su objetivo de eliminar a medio plazo el protestantismo y de suprimir sus coronas electivas (Bohemia y Hungría), con lo que todos los príncipes del Imperio germánico empezaron a sentirse amenazados, especialmente los checos, los húngaros y todos aquellos que habían abrazado el protestantismo.
Las tensiones estallaron por fin el 23 de mayo de 1618, cuando dos ministros imperiales que el rey de . Bohemia Fernando II había enviado al castillo de Hradcany, en Praga, para preparar su llegada, fueron apresados y luego defenestrados.
Por suerte, debajo de la ventana había un gran montón de estiércol que consiguió amortiguar el golpe y salvarles la vida. Pero la mecha ya había prendido, y el episodio de la defenestración se convirtió rápidamente en un asunto que implicó a todo el imperio.